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Proyectos editoriales y escritores jóvenes: algo nuevo bajo el sol

Dos libros de Wu Wei que son hijos de una larga cadena de cambios que apuntan a resistir a la idea de la cultura como industria. Se inicia en los criterios de selección, llega a la comercialización y termina por irrumpir también en la escritura.

Desde hace ya un tiempo, somos testigos del nacimiento de nuevas maneras no sólo de producción literaria, sino de circulación y difusión de la literatura. Tal como sostienen Matías Reck, editor de Milena Caserola (www.milenacaserola.blogspot.com), y Marilina Winik, responsable de Hekht Libros (www.hekht.wordpress.com): "Nuevas maneras de producir, en tiradas pequeñas y en constante reimpresión, libros que no se agotan nunca pero que tampoco necesariamente pasan por los canales de venta tradicionales (las librerías). Es decir, ya no se escribe como se hacía antes de que existiera la posibilidad de imprimir por demanda". En este marco, varios proyectos editoriales pequeños (llamados durante bastante tiempo "independientes", si bien nadie sabía bien independientes de qué) echan mano de una estrategia de producción que consiste en publicar dos títulos a la vez, relacionados entre sí de distintas maneras, que tanto pueden tener que ver con lo argumental (o no), con el uso de ciertas estrategias literarias (o no), con propuestas estéticas similares. O antagónicas. O no. Milena Caserola lo hizo con los dos primeros títulos de su colección de narrativa NNNA (Nueva Nueva Nada Argentina), Todo lo que maté de Hernán Firpo y Falso contacto, de esta servidora, sobre el borde final del año pasado; lo viene haciendo Pánico el pánico (www.panicoelpanico.com.ar) desde que sacó hace un tiempo El gusto de Leticia Martin junto con Correo sentimental, de Valeria Iglesias, ambas de la colección Potlach; y lo ha hecho también la editorial Wu Wei (www.wuweiweb.com.ar), con ocasión de sus dos últimos títulos: Súcubo de Nicolás Correa y La vi mutar de Natalia Rodríguez Simón, también salidos de imprenta al mismo tiempo. Todos casos de mellizismo editorial.

Proyecto editorial que busca promover y difundir libros "raros", no canónicos, como una forma de resistencia a la concepción de la cultura como "industria", Wu Wei se hermana con otros como Clase Turista o Muerde Muertos (www.muerdemuertos.blogspot.com) en la exploración de géneros catalogados como "menores" por la mortadela rancia de la Academia: fantástico, ciencia ficción, terror, erótica, paranormal, pop. En efecto, tanto en la presentación de Súcubo como en la de La vi mutar, Luis Mazzarello, su editor, compartió con los presentes el sistema infalible de selección de originales: "Me tiene que enganchar; antes que a nadie, me tiene que gustar a mí". Ese aspecto artesanal, de producción en no-serie, sino articulado sobre la lectura detenida y pormenorizada de cada uno de los libros publicados, es lo que posibilita la riquísima oferta libresca que ofrenda por estos días Buenos Aires a sus lectores, amplísimo arco que va desde la crónica al ensayo (cf. Los gauchos irónicos de Juan Terranova, Milena Caserola, 2013), la poesía a cuatro manos (Odio la literatura del yo de Esteban Dipaola y Nuria Yakowski, Pánico el pánico, 2012) al pulp (Las mellizas del bardo de Hernán Vanoli, Clase Turista, 2012), pasando por la novela histórica, los libros ilustrados, la ciencia ficción (Cupol de Jorge Luis Fernández, Milena Caserola, 2012), entre miles de otras posibilidades y mezclas. Ese tumulto nutricio de literatura en todas sus formas y expresiones se lo debemos a los autores, por supuesto, pero sobre todo a los editores, personajes inquietos y siempre a la pesca de nuevas maneras, mejores, más efectivas, de llegar a los lectores. Y llegada a este punto, no puedo dejar de mencionar nuevas formas –también– de comercialización de los libros, con la aparición, en este último par de años, de las llamadas "librerías virtuales". Dos ejemplos: A Cien Metros de la Orilla (www.acienmetros.com.ar) de Natalia Romero y Mi Casa Librería Atípica (www.libreriamicasa.wordpress.com) de Nurit Kasztelan. Dos propuestas que más solucionan que proponen la eterna problemática de los pequeños sellos y su no acceso a las vidrieras, mesas o estantes de las grandes cadenas de librerías. Ya que no hay aquí show room sino mensajes por inbox y pedidos concretos de libros que las libreras rastrean, buscan y consiguen para pasar a coordinar con el lector-comprador día y hora de entrega (con la posibilidad de envíos a otras provincias y otros países). Tal como aseguran Reck y Winik, entonces, no se trata simplemente de nuevas maneras de imprimir, sino de nuevas maneras que imprimen cambios y modificaciones a lo largo de toda la cadena de la literatura, desde la escritura a la lectura, a la venta y localización de los libros.

Hijos de esta cadena de cambios son las dos novedades de Wu Wei, que avanzan sobre la construcción de realidades a la vez reconocibles y alteradas, desde perspectivas diferentes. En Súcubo, Nicolás Correa (Morón, 1983) le da vida a un pequeño pueblo del Conurbano Bonaerense llamado Santa Clara en el que poco pasa hasta que arriba, procedente de Perm, una enigmática (hermosa y maligna) gitana. La construcción del barrio, con su unidad básica, horas llenas de tiempo y charlas entre amigos, configura un detallado costumbrismo al que Correa sobreimprime los paranormales pormenores que cualquier exorcista debe enfrentar (y Súcubo es la historia de un exorcista) y uno de los puntos fuertes de esta primera novela del autor y eslabón inaugural de una serie que promete todavía dos entregas más, bajo el título general de La Trinidad de la antigua serpiente. La descripción de una realidad que resulta más extraordinaria de lo que aparenta en un primer momento es lo que une la novela de Correa con La vi mutar de Natalia Rodríguez Simón (Quilmes, 1984), en la que el pequeño Vito es testigo de la mutación de su madre y un grupo de seis mujeres en mutantes. Su percepción infantil naturaliza lo que sucede a su alrededor de manera automática, introduciendo al lector en una atmósfera onírica en la que todo parece posible. Lo fantástico del trasfondo sostiene, sin embargo, el drama real de una familia desunida, disfuncional, la falta de un entramado social que contenga, la ausencia de cariño vincular en los resquicios más íntimos y primarios de una familia. "Así que éramos muy humanos –relata Vito–, nos volvimos humanos de nuevo, empezamos a ser como todos los demás, a mostrar los zapatos nuevos, a reírnos con los programas de la tele que nos pudimos comprar. Teníamos un trabajo diferente, nomás" (65). Porque ahí yace la humanidad: en reinsertarse en el mercado como consumidores de bienes (in)materiales.

Ana Ojeda

17/08/2013

Tiempo Argentino